Amaste a un hombre o a una mujer y un día cualquiera, llega el momento de la separación. Es en ese momento cuando la persona muestra de qué está hecha realmente.
Si se lamenta, si hay reticencia, si se deja llevar por sentimientos violentos o destructivos, es porque realmente no ha amado.
Si se ha amado realmente a la otra persona, la separación será un fenómeno hermoso. Habrá gratitud. Ha llegado el momento de tomar caminos diferentes y pueden despedirse con todo el corazón.
Pero si nunca amaste y tan solo viviste pensando en el amor, haciendo todo pero sin amar realmente, tu adiós no podrá ser hermoso porque te das cuenta de que te equivocaste por completo y dejaste pasar el momento.
Nunca amaste y ahora ese hombre o esa mujer, se dispone a partir.
Entonces, surge la ira, la violencia y la agresión.
El momento de la separación pone todo de manifiesto porque es la culminación.
Entonces, denigrarás a ese hombre o a esa mujer el resto de tu vida: fue él o fue ella quien destruyó tu vida.
La queja será constante y cargarás por siempre una herida.
El amor debe hacer florecer y, no obstante, lo que suele suceder, lo que veo en todas partes del mundo, es que el amor deja una herida.
Ama mientras tengas a alguien a tu lado, pero nadie sabe lo que ha de venir después, y la separación es inevitable.
Si amas realmente, la separación será hermosa.
Si has amado la vida, la partida también será hermosa.
Estarás agradecido.
Tus últimas palabras al partir de esta orilla hacia la otra serán de gratitud por una vida generosa, una vida que te brindó muchas experiencias.
La vida hizo de ti lo que eres.
Aunque hubo tristezas, también hubo bendiciones.
Aunque hubo sufrimientos, hubo felicidad.
Cuando se ha vivido ambas cosas, se llega a saber que el sufrimiento existe para permitirte alcanzar la dicha.
La noche existe para traerte un nuevo día.
Osho