Siempre se lo ha considerado con una visión fatalista. Se lo ha visto como algo inexorable, ineludible, que el hombre debía aceptar con resignación. Sin embargo, a medida que vamos adquiriendo una nueva conciencia, podemos entender el karma de una manera totalmente diferente.
Ahora podemos ver el karma como una oportunidad de aprendizaje y no de castigo. Es necesario volver a los orígenes de esta palabra para comprender su verdadera dimensión.
La palabra karma es de origen sánscrito y en realidad se pronuncia kárman y está compuesta por dos sílabas: kar y man. La sílaba man significa pensador y es el origen de la palabra inglesa man para hombre. La sílaba kar es la raíz del verbo hacer y, por extensión, quiere decir acción, actividad. De donde kárman significa, entonces, la acción, la actividad del pensador. Y la actividad fundamental y característica del pensador es pensar.
La acción del pensador es pensar, y su resultado son los pensamientos. Ahora bien, cada pensamiento es una fuerza, una energía que se pone en movimiento. Por el principio de acción y reacción, sabemos que la acción de una fuerza genera otra de la misma intensidad y en sentido contrario.
Y llegamos así al concepto básico y fundamental del karma:
Todo pensamiento o acción generado por el hombre-pensador vuelve sobre sí mismo.
Igual que un boomerang, las fuerzas que nosotros mismos ponemos en movimiento, ya sea con el pensamiento o con nuestras acciones, tarde o temprano vuelven sobre nosotros mismos. Aquí no has castigo, aquí no hay fatalidad. De hecho, estamos disfrutando o padeciendo por nuestras acciones del pasado, ya sea de ésta o de otra vida. Todo pensamiento produce un efecto que recaen sobre nosotros, ya sea como bendiciones, como golpes o como pérdidas, dependiendo del móvil causativo del pensamiento original. En la medida en que comenzamos a comprender las cosas que nos suceden, como viniendo de nosotros mismos, aceptando la responsabilidad que nos toca en el origen de ellas, comenzamos a tener mayor control sobre el destino.
Si seguimos creyendo que las cosas simplemente nos pasan por azar o por mala suerte, si seguimos viendo a los otros como los causantes de nuestras desgracias, el karma seguirá actuando en contra de nosotros. Aceptar la posibilidad de que, en algún momento del pasado, yo fui el generador de lo que me está sucediendo, hace que la fuerza se equilibre y se detenga en su accionar.
Los grandes maestros enseñan que la sabiduría borra el karma. El karma sigue actuando en tanto y en cuanto se siga repitiendo la misma actitud, sin pensar, sin despertar. En el momento que acepto mi responsabilidad, comienzo a ser dueño de mi karma. Si estoy viviendo una situación difícil y dolorosa, si dentro del dolor puedo preguntarme: ¿qué estoy tratando de aprender con esto? o ¿qué habré hecho antes para estar pasando por esta situación?, si comprendo para qué estoy atravesando por esta experiencia, a partir de allí, mi vida se modificará.
Lo esencial es cómo reaccionamos frente a lo que nos pasa. Eso es lo que indica el nivel de conciencia alcanzado. Al aceptar la responsabilidad de mis acciones pasadas, comienzo a generar un karma diferente, comienzo a manejar mi destino más libremente.
Dr. José Luis Cabouli